Estaba sentada mirando las muñecas que habían sido regalos preciados en su momento, con las que armaba las más diversas historias, llenas de suspenso, llenas de cuentos románticos con príncipes azules de fantasía que terminaban convirtiéndose en sapos, llenas de brujas malvadas que daban aquel toque siniestro a la historia con sus planes y sus deseos escondidos. Aquellas muñecas que ella iba manejando y cuyas vidas arreglaba simplemente como capítulos de libros, irrepetibles y que una vez que terminaban, perdían toda gracia e interés.
Y a medida que las observaba, una para cada cumpleaños, cada una con una nueva historia armada por ella, se iba dando cuenta que había hecho lo mismo con su vida, se había tratado como una de sus muñecas, contándose cuentos, armándose historias, buscando falsas felicidades, falsos príncipes y llenado su mundo de obstáculos que debía superar para poder llegar a su objetivo, el que siempre terminaba perdiendo por falta de interés. Al fin y al cabo, si al año siguiente le regalaban otra muñeca, podía empezar una nueva historia y ¿a quién le importaba que algún cuento quedara inconcluso en su mente? mal que mal, era su mente.
Sí, se parecía mucho a su vida.
¿Qué haría ahora que se había dado cuenta que cada uno de sus fracasos, que cada una de sus historias inconclusas, que cada uno de sus príncipes azules fracasados y de las brujas siniestras eran parte de lo que ella misma había creado?
Sólo sabía que ya no era tiempo de jugar con muñecas, sino de armar una realidad con todas sus experiencias y por fin comenzar a vivir, sin estar atada a los hilos de su infancia e inmadurez, comenzando a tomar las riendas y dejando, por fin, que sus pasos fluyeran libremente, sin estructuras pre hechas y sin esperar que las cosas sucedan como deberían sino que como ella lo quiere.
Ahora ya no resultaba necesario estar atada a los parámetros que se establecen, sino que bastaba con contar su propia historia, basándose en el amor que llevaba dentro hacia las cosas que quería hacer y lograr, dando un paso a la vez y buscando así no tropezar y caer de nuevo, tomando las cosas con calma y disfrutando cada segundo, porque ya no estaba dentro de un juego, sino enfrentándose a su propia realidad.
Y a medida que las observaba, una para cada cumpleaños, cada una con una nueva historia armada por ella, se iba dando cuenta que había hecho lo mismo con su vida, se había tratado como una de sus muñecas, contándose cuentos, armándose historias, buscando falsas felicidades, falsos príncipes y llenado su mundo de obstáculos que debía superar para poder llegar a su objetivo, el que siempre terminaba perdiendo por falta de interés. Al fin y al cabo, si al año siguiente le regalaban otra muñeca, podía empezar una nueva historia y ¿a quién le importaba que algún cuento quedara inconcluso en su mente? mal que mal, era su mente.
Sí, se parecía mucho a su vida.
¿Qué haría ahora que se había dado cuenta que cada uno de sus fracasos, que cada una de sus historias inconclusas, que cada uno de sus príncipes azules fracasados y de las brujas siniestras eran parte de lo que ella misma había creado?
Sólo sabía que ya no era tiempo de jugar con muñecas, sino de armar una realidad con todas sus experiencias y por fin comenzar a vivir, sin estar atada a los hilos de su infancia e inmadurez, comenzando a tomar las riendas y dejando, por fin, que sus pasos fluyeran libremente, sin estructuras pre hechas y sin esperar que las cosas sucedan como deberían sino que como ella lo quiere.
Ahora ya no resultaba necesario estar atada a los parámetros que se establecen, sino que bastaba con contar su propia historia, basándose en el amor que llevaba dentro hacia las cosas que quería hacer y lograr, dando un paso a la vez y buscando así no tropezar y caer de nuevo, tomando las cosas con calma y disfrutando cada segundo, porque ya no estaba dentro de un juego, sino enfrentándose a su propia realidad.
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