La lluvia golpeaba la puerta como si se tratara de una horda de la inquisición llamando por un hereje. No había casa ni tejado que resistiera a tal empuje, la ciudad estaba empapada y todas las ropas escurrían como si la gente hubiese transitado por un río en vez de por una de esas calles recién adoquinadas y perfectamente limpias que se habían visto el día anterior.
Algunos abrían sus paraguas, maniobra inútil ante tamaño embate de la naturaleza, que lograba doblegar las varillitas de metal y el resultado siempre era trágico para el pobre artilugio humano.
No había caso, era un día para mojarse hasta los talones y rogar al cielo porque en casa alguien hubiese llegado antes a encender fuego para secar y calentar los huesos.
Todos se apresuraban por llegar a algún refugio, corriendo con objetos sobre las cabezas, entrando a prisa a sus automóviles, apelotonados bajo los diminutos toldos de las tiendas y de los cafés del lugar. Bueno, muchos de esos cafés además fueron privilegiados por la gran cantidad de personas heladas hasta la médula que lo único que querían era un poco de alivio encontrado en el chocolate caliente, el té o ese café aromático nuevo cubierto de crema y chispas de colores. También algunos bares subieron las ventas, con aquellos que prefirieron un trago de alcohol para calentar el cuerpo y poder seguir su jornada o el viaje a casa.
Pero ella sin embargo estaba deleitada.. gozaba cada gota que golpeaba implacable su rostro y sonreía ante aquellas que atrevidamente se deslizaban por su cuerpo. Ella cantaba, chapoteaba, reía... Era su día, estaba feliz y un par de gotas locas no le harían cambiar de idea. No, no, no.. menos ahora que había descubierto la verdad. No, no, no... menos ahora luego de una noche de placer, de amor desbordante, de caricias, abrazos, besos, palabras dulces al oido. Era su día y lo iba a disfrutar....
Rain (pt. 1) by Constanza Arriagada is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Obras Derivadas 2.0 Chile License.
No había caso, era un día para mojarse hasta los talones y rogar al cielo porque en casa alguien hubiese llegado antes a encender fuego para secar y calentar los huesos.
Todos se apresuraban por llegar a algún refugio, corriendo con objetos sobre las cabezas, entrando a prisa a sus automóviles, apelotonados bajo los diminutos toldos de las tiendas y de los cafés del lugar. Bueno, muchos de esos cafés además fueron privilegiados por la gran cantidad de personas heladas hasta la médula que lo único que querían era un poco de alivio encontrado en el chocolate caliente, el té o ese café aromático nuevo cubierto de crema y chispas de colores. También algunos bares subieron las ventas, con aquellos que prefirieron un trago de alcohol para calentar el cuerpo y poder seguir su jornada o el viaje a casa.
Pero ella sin embargo estaba deleitada.. gozaba cada gota que golpeaba implacable su rostro y sonreía ante aquellas que atrevidamente se deslizaban por su cuerpo. Ella cantaba, chapoteaba, reía... Era su día, estaba feliz y un par de gotas locas no le harían cambiar de idea. No, no, no.. menos ahora que había descubierto la verdad. No, no, no... menos ahora luego de una noche de placer, de amor desbordante, de caricias, abrazos, besos, palabras dulces al oido. Era su día y lo iba a disfrutar....
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