sábado, 29 de noviembre de 2008

[Memories I]

Ella estaba de pie y, aunque tenía la vista fija en los árboles, no los estaba mirando realmente. Se limitaba a sentir el viento sobre su cara y cómo las hojas emitían ese susurro extraño, esas voces ininteligibles que la hacían despegar aún más de la realidad. Estaba pensando, pensaba sobre ella y sobre lo que le deparaba el futuro, sobre lo que había dicho y lo que debió haber callado, sobre todos esos momentos en los que cada segundo era importante. Sin embargo, no le gustaba pensar, porque se enmarañaban cada vez más las ideas en su mente y, al final, todo resultaba ser caos.
Pero ahí seguía, recordando todo, pensando en todo, maquinando posibilidades, enfrentando circunstancias, debatiéndose entre lo que es y lo que no. Y mientras más pensaba, más se confundía, más se perdía y... más caos.
Ya era tarde para dar pie atrás. Estaba cansada de todo y de todos, cada segundo era más dañino que el anterior y, cada golpe que había recibido, estaba marcado en su cuerpo. Estaba cansada y no quería seguir luchando contra el destino. Sabía que no había marcha atrás, que no podía devolver los latidos al corazón de quien una vez le prometió alegría, amor, una familia perfecta en un hogar perfecto. Recordaba esos momentos, eran felices, todo era hermoso.
Recordaba cuando se conocieron, recordaba cada segundo como si hubiese ocurrido recientemente. Cuando barajaba las posibilidades entre lo que era y lo que no, entre lo que producía su imaginación y lo que realmente ocurría, recordaba cada palabra que él había dicho, cada susurro... Y recordaba el día de su boda, todos los presentes la felicitaron, nadie se oponía porque el amor era el ingrediente principal de la relación. Todos eran felices porque ella estaba radiante. Cuando compraron su casa, también fue un día hermoso. La decoraron al estilo francés, porque él así lo quería... ella hubiese hecho cualquier cosa por darle en el gusto, total, eran felices.
Pero las cosas no son eternas, así como su corazón no seguiría latiendo por más tiempo, todos esos sueños también acabaron... las manos del victimario que una vez estuvieron manchadas de sangre ajena, ahora estaban manchadas de la propia... y las de quien estuvieron manchadas de la propia, ahora lo estaban con la del victimario. ¡Vaya ironía! la vida es un carrusel.
Se supone que ahora vendría la libertad, el alma se sentiría por fin desencadenada y podría seguir su vida adelante. Eso creía ella cada vez que asestaba un golpe, pero no fue así. Cada vez se sentía peor y esos pensamientos no dejaban de atormentarla. Quizá todo pudo ser diferente. No entendía qué había cambiado, tampoco recordaba cuándo, pero ya era tarde para retroceder y solamente le quedaba una opción. Con el dolor no se puede vivir y su cuerpo tampoco tenía ganas de seguir adelante... estaba demasiado magullado, el orgullo demasiado resentido, y el alma... bueno, tampoco le quedaba nada de eso.
No lo tuvo que pensar, ya había pensado demasiado, antes que él muriera... ella debía... porque no podía vivir con él a su lado, pero tampoco sin él, porque en el fondo, era una masoquista.


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Memories I by Constanza Arriagada is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Obras Derivadas 2.0 Chile License.

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