martes, 16 de julio de 2013

[Memories III]

Nunca le ha gustado conducir, demasiada atención, demasiadas variables que no dependen de ella, se estresa y le traspiran las manos. Es una verdadera molestia. Y la lluvia, los limpiaparabrisas no dan abasto ante esos goterones que no dejan de caer y pareciera que el auto está atravesando una cortina implacable. Estúpidas variables.

Además está molesta, hoy ha sido un pésimo día. Comenzó con la pantie que se le fue un punto, imposible que la tomasen en cuenta los alumnos con esa imperfección tan evidente y por supuesto que escuchó todos los cuchicheos y las risitas burlonas. Luego, aquella compañera de trabajo que quiere meterse por los ojos del jefe a costa de aserruchar el piso a todos los colegas. Ahora ni tomarse un café en la sala de profesores para alivianar el estrés era una opción. Estúpida colega.

¡Beep Beep! Rápidamente tiene que esquivar a otro auto que quiere girar hacia la derecha en doble fila y casi la choca. Estúpidos conductores imprudentes.

Sí, definitivamente hoy ha sido un pésimo día. El amante no le responde las llamadas y el marido trabaja hasta tarde. Otra opción para desestresarse descartada. Lo peor es que no quiere llegar a la casa y volver a ver a su hija. ¡A su hija! su propia sangre, nunca pensó que iba a ser una molestia tan grande. Se le vienen a la mente los recuerdos del día que nació, era un día soleado, todos estaban nerviosos pero felices, incluso ella estaba feliz a pesar del dolor desgarrador, la tomó en sus brazos y nada más importó. Pero claro, la felicidad no es eterna, los niños crecen, empiezan a pensar y resulta que es como conducir, muchas variables que no dependen de ti. Y por eso ahora llueve a cántaros, para confirmarle que ese día hermoso ya se fue.

Nunca le ha gustado conducir, pero quiere alejarse de la ciudad, quiere despejar la mente, quizá tomar un café en una estación de servicio y seducir a algún viajero. Quizá así olvide las horribles palabras que salieron de la boca de su hija.

Estúpida muchacha, cómo se le ocurre amenazarla, después de todo lo que le ha dado, después de que dejó de lado su libertad para darle un hogar estable dentro de lo posible. Tantos sacrificios por ella, pero claro, cero respeto, cero. A la primera de cambio, elige a su padre, al que nunca está en la casa, que nunca ha tratado de resolverle un problema, al que nunca le ha tenido que tapar sus desastres.

Pésimo día, ya ni siquiera se le antoja ese café, se le revolvió el estómago. Sigue lloviendo y la carretera está cada vez más resbalosa, pareciera que las ruedas se mueven sobre un montón de jabón. Pero bueno, es ella la que va al volante, ella la que decide el rumbo.

Quizá ahora sea el momento de escapar y no tener que enfrentar más problemas, quizá es el momento.